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martes, 14 de abril de 2015

LA ORACIÓN


Por medio de la oración puedo purificar y santificar mis vestiduras, mis alimentos, mis posesiones, mis sacrificios, todos los actos y todas las ataduras de mi ser.

A través de la oración puedo alcanzar las mas altas esferas superiores e invisibles cuyas esferas visibles no son si no manifestaciones materiales imperfectas.

Es más con la oración soy capaz de transformar la adversidad o el ambiente inhóspito en algo mas agradable, puedo transformar al impío en alguien religioso, al colérico en manso y que el insensible se llene de caridad.

Utilizando la oración puedo descender a los lugares llenos de tinieblas y de dolor y transformarlos aliviando sus penas.

Fue la oración la que hizo caminar al cojo, ver al ciego, oír al sordo y hasta resucitar al muerto.

Puedo esperar todo de Dios, pero esperar todo de Dios no es permanecer de manera apática ni quieto. Esperar todo de Dios es implorarle, suplicarle con sonidos armoniosos y cánticos.

El secreto de una conducta pura está en el temor a Dios; el secreto de temor a Dios, es su amor, porque el amor es el principio y la sede de todos los secretos, de todas las oraciones y todas las virtudes.

Las dos oraciones mas grandiosas fueron: la que escuchó Moisés en la montaña y la que Cristo pronunció delante de sus discípulos y del pueblo reunido.

No es por la repetición de las palabras de la oración por la que el hombre nuevo llega a esa unión con el espíritu, si no por el fuego interior de su ser, que ha inflamado y ha difundido alrededor de él una luz parecida a aquella de la que ha tomado su origen. La ley de la afinidad ha hecho todo lo demás y ni siquiera el fuego de su ser interior ha sido encendido solo por el soplo de la sabiduría, que solo pretende dar a cada cosa sus propiedades.

La gran mayoría de las religiones enseña que solo a través de repetir ciertas oraciones, letanías y rezos puede el hombre ser escuchado por Dios. Sin embargo todo esto no es necesario si no mas bien para lograr la comunión con Dios es preciso limpiar nuestra mente de malos pensamientos de mezquindades  humanas y acercarnos a él con nuestra alma pura dispuesta a recibir sus bendiciones y bondades y es entonces cuando de una manera simple sin que sea complicado hacer la solicitud de iluminación para que podamos entender nuestras vicisitudes y encontrarles una solución, o bien para encontrar la luz acerca de las enseñanzas.

Vayamos pues al menos dos veces en el día (por la mañana al levantarnos y en la noche antes de acostarnos), a un período de meditación y de oración, sin repetir formas complicadas pues a Dios no necesitamos explicarle con detalles ni palabras humanas sino solo con una actitud pura y libre de prejuicios, solo con el pensamiento y la pureza de nuestros deseos que él entenderá y nos dará luz para solucionar nuestros problemas o bien para que entendamos los alcances de las leyes.   

Hasta la próxima

ISRAEL